Fotografía

Fotografía original de Xavier Mercadé

Kimberly

8 julio, 2016

"Kimberly" es un tema espléndido que queda sin embargo en segundo plano en un disco lleno de obras mayúsculas. En Madrid Patti Smith volvió a él, con lapsus incluido, al recorrer "Horses" de principio a fin. Éste es el momento, y lo que escribí de esta canción en "Caballos para la eternidad".
Si no puedes ver el video pincha el enlace https://www.youtube.com/watch?v=lt8N9vXCQwE&feature=youtu.be

KIMBERLY. La pegada de la batería avanza desde el primer momento como un tren que se ha puesto en marcha y no va a detenerse. Nos lleva a un escenario amenazador donde, sin embargo, hay espacio para la calma, para la esperanza. El acompañamiento de los teclados y del bajo te sitúan en un plano de ambigüedad en el que la música bien podría llevarte a cualquier sitio menos precisamente a ése al que Patti te invita: un lugar de la América rural, un granero renegrido, la tormenta que se avecina y alguien a quien proteger, una niña. Patti Smith está narrando una experiencia personal que tuvo a los doce años, cuando una tormenta le sobrevino en el campo y, con su pequeña hermana en brazos, vio arder el granero, una historia que también aparece en su libro de relatos autobiográficos Woolgathering, de 1992. La banda suena desenfadada como si fuera Blondie, pero Patti canta como la hermana mayor que siente el peligro, un peligro cósmico, pues no sólo siente que el cielo se va a rasgar sino también que los planetas van a alterar sus órbitas. Pero la música te lo está desmintiendo, ahora ya con la guitarra tranquila pero insistente en segundo plano tras la voz, una música que, a pesar de todo, no se arranca definitivamente a ser alegre, que parece estar a la expectativa de la narración de sucesos. Hay algo también que captas en la voz de Patti, a la que no le importa que el cielo esté cayendo sobre ellas, porque el destino está escrito, lo estaba ya cuando nació la niña a la que quiere proteger y esto es sólo una repetición de aquel momento en que al amanecer la tormenta se apoderó de si y rodó sobre la hierba y la existencia misma se detuvo. Todo eso vuelve a suceder en este remolino luminoso que hace que el mar parezca fuego. Hermanita, el destino está llamándote, canta Patti con un tono que envuelve sabiduría, aceptación de los hechos, un hermoso puente que nos conduce a una larga estrofa más recitada que cantada, en la que compartimos visiones del pasado de violentos cielos de color violeta, graneros en llamas y carreras a través de los campos, oraciones bajo la luz de los relámpagos, la sensación inevitable del desastre. De repente salimos de ese recuerdo, mientras las palmeras caen al agua y no importa, porque Kimberly, la niña, está a salvo y puedes mirar en sus ojos, en esos ojos estrellados que imaginas bellísimos. La música es la misma, ahora más llena, ocupando más espacio, y la percibes triunfal, distinta, porque Patti canta liberada de cualquier angustia, de cualquier pesar, y no puedes evitar sonreír. “Into your starry eyes, baby.

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